En uno de esos días en los que el otoño se desvanece, cediendo paso al invierno, se percibe en el aire el cambio sutil. Por las mañanas, pequeños cristales de hielo adornan el entorno, susurros gélidos que acarician la casa de Lolo. Nada extraño en este rincón de la isla, donde las estaciones danzan, transformando el paisaje al ritmo mágico de las manecillas del reloj.
Lolo decide emprender un paseo, consciente de que en el invierno, ciertas setas le rinden una visita especial. En cuanto los diminutos cristales aparecen, los recibe como un mensaje, una invitación silenciosa de esas setas que abrazan el frío y ansían compartir su magia en estas fechas.
Todo se torna brincos y saltos; algunas hojas otoñales persisten en decorar los árboles, que han dejado ir su foliaje, guardando energía para tiempos más cálidos, para tiempos de luz y melodías.
De repente, el viento cambia. El sol, como un artista fatigado tras un día lleno de colores, comienza a descender lentamente hacia el horizonte. Sus rayos dorados se suavizan, como pinceles que acarician el cielo. Las nubes se tiñen de tonos cálidos, volviéndose naranjas y rojos, y algunos destellos rosados se dejan ver como un dulce susurro de luz antes de sumergirse en el descanso nocturno.
Con asombro, Lolo percibe que ha vagado más allá de lo planeado. La noche se despliega y con ella, la primera nevada de la estación. ¿Cómo ha sucedido? La nieve comienza a cubrir las pequeñas huellas que Lolo reconoce como su ruta para regresar a casa. Sin la vestimenta adecuada, un frasco de té en mano y la oscuridad velando sus ojos, la situación adquiere tintes de inquietud.
En esos instantes, recuerda que en su abrigo rojo resguarda un mapa, un compendio de árboles y rocas grandes, las únicas señales que lo guían cuando la nieve oculta el camino habitual. Sin ceder al pánico y con reflexión pausada, identifica y descifra el mapa. Ahora conoce el sendero de regreso a casa. “Sin pánico, avanzaremos; con mente serena, lo lograremos”. A lo lejos, la casa hongo se vislumbra, el humo que emite la chimenea parece señalar el donde se encuentra un tesoro, luces titilantes que le indican que lo esperan con anhelo, Casa.
Lolo llega a su hogar, al abrir la puerta suenan los cascabeles, el calor de la chimenea lo abraza al cerrar la puerta. Al sentarse en el sofá de la sala el olor a madera y el té con miel lo hacen cerrar sus ojos y estar tan agradecido como cuando salió. La luna sonríe a lo lejos, deseando tener un poco de té.
Lolo y la primer nevada!
Last modified on 2023-11-27